Día 27. María Magdalena. ¿Por qué lloras?


Sígnate en la frente, los labios y el corazón.

Toma conciencia de la presencia de Dios en estos momentos. Descálzate de los ruidos lejanos, próximos, fuertes o suaves.

Busca una cruz. Si la llevas colgado esta misma, o una medalla. Tómala en tus manos. Apriétala fuertemente descargando sobre ella tus ruidos interiores. Cuando los hayas descargado en Cristo, abre lenta y suavemente las manos, relajándolas, mientras hasta dejarla muerta.

Pide a Dios que silencie los ruidos interiores, es decir, tus pensamientos. Inspira y respira lentamente.

Toma la Biblia y lee este relato (Juan 11-18):

Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: “Mujer, ¿Por qué lloras? Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no se dónde lo han puesto”. Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano le contesta: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Rabbuni!”, que significa: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”. María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto”.

Este texto queda iluminado por el libro del Cantar de los Cantares, pequeño y ameno en su lectura. Puedes aprovechar para en los próximos días leerlo.

“El amor de María a Jesús es tan grande que le lleva a permanecer junto a él incluso en los duros momentos de la Pascua. Su vida ya no es suya: vive dándole todo a Él” (Cridat).

San Ignacio escribe en los Ejercicios Espirituales: “Primero. Van muy de mañana María Magdalena, Jacobi y Salomé al monumento, diciendo: ¿Quién nos alzará la piedra de la puerta del monumento? Segundo. Ven la piedra alzada y al ángelo que dice: ¿A Jesús Nazareno buscáis? Ya es resucitado, no está aquí. Tercero. Apareció a María, la cual se quedó cerca del sepulcro, después de idas las otras”. (EE 300).

El amor es más fuerte que la muerte. El amor a Cristo, la fe, es más fuerte que tus dudas y vacilaciones. Con la imaginación, acompañado de María Magdalena acércate al sepulcro vacío de tus inseguridades, miedos, desengaños, carencias, escrúpulos, pecados, confusiones y oscuridades. Escucha a María.

Dialoga con Jesús, quien te pregunta: Mujer/hombre ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Y te llama por tu nombre.

Reza el Padrenuestro. Él te conduce al Padre.

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