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Mostrando entradas de septiembre, 2021

Día 30. Mateo: te envío.

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  Comienza trazando la señal de la cruz sobre tu cuerpo, frente, boca y pecho. Tomando conciencia de entrar en la dimensión divina, en el espacio y tiempo sagrado de la oración. La Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo te contemplan, descienden hasta ti y quieren que les acojas como Abraham acogió a los tres hombres en Mambré (Gn 18, 1-15). Pide al Padre abra el corazón del Hijo para que descienda sobre ti el Espíritu Santo y te conceda la sabiduría para comprender el significado del texto bíblico que vas a leer, de su Palabra. Abre la Biblia con actitud contemplativa, apagando todos los pensamientos que te impidan la lectura, meditación, contemplación y diálogo con la Palabra de Dios, es decir, Cristo. Lee Mateo 28, 16-21: Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discí

Día 29. Jeremías. Díos no abandona a su pueblo.

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  Sígnate con “en el nombre del Padre,…”, tomando conciencia de estas palabras. La oración cristiana siempre es la apertura del corazón al Dios Uno y Trino. Por eso comienza invocando su nombre trinitario. Sígnate en la frente los labios y el corazón pidiendo a Dios que abra tu mente, tu boca y tu espíritu a la acción del Espíritu Santo en este tiempo de encuentro. Abre la Biblia con pausa. Dios está abriendo sus labios para dirigirte una palabra, la Palabra, de salvación, de vida eterna y de plenitud humana. Lee Jeremías 3, 14-16: Volved, hijos apóstatas – oráculo del Señor –, que yo soy vuestro dueño. Os iré reuniendo a uno de cada ciudad, a dos de cada tribu, y os traeré a Sión. Os daré pastores, según mi corazón, que os apacienten con ciencia y experiencia. Os multiplicaréis y creceréis en el país. Y en aquellos días – oráculo del Señor – ya no se hablará del Arca de la Alianza del Señor: no se recordará ni se mencionará, nadie la echará de menos, ni se volverá a construir otra. En

28. Toma a tu hijo.

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Comienza con la señal de la cruz. Coloca la mano en el corazón, siente su latido, conecta corazón, mano, cerebro, corazón, mano,… Toma conciencia del circuito neuronal, la corriente eléctrica que discurre entre los tres. Siente los latidos durante unos minutos. Traza la cruz sobre el corazón. Pide al Padre te conceda el don de la oración,. Abre la Biblia y lee Génesis 22, 1-4. Después de estos sucesos, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: “¡Abrahán!”. Él respondió: “Aquí estoy! Dios dijo: “Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré”. Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos. Pide a Cristo la gracia de la confianza de Abrahán. Recrea la escena con la imaginación. Coloca la mano en el corazón.

Día 27. María Magdalena. ¿Por qué lloras?

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Sígnate en la frente, los labios y el corazón. Toma conciencia de la presencia de Dios en estos momentos. Descálzate de los ruidos lejanos, próximos, fuertes o suaves. Busca una cruz. Si la llevas colgado esta misma, o una medalla. Tómala en tus manos. Apriétala fuertemente descargando sobre ella tus ruidos interiores. Cuando los hayas descargado en Cristo, abre lenta y suavemente las manos, relajándolas, mientras hasta dejarla muerta. Pide a Dios que silencie los ruidos interiores, es decir, tus pensamientos. Inspira y respira lentamente. Toma la Biblia y lee este relato (Juan 11-18): Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: “Mujer, ¿Por qué lloras? Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no se dónde lo han puesto”. Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era J

Día 26. Pedro, el pescador.

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Realiza la señal de la cruz con pausa y pensando el significado cada una de las palabras. Sin prisas percibe (sentir y seguir sin pensar nada) el movimiento pulmonar, muy concentrado, hasta lograr acallar los ruidos interiores. Pide al Padre el don de la oración. Permanece un tiempo breve en silencio repitiendo la exclamación: “Padre, enséñame a orar”. Abre la Biblia por la siguiente cita: Mateo 4, 18-20. Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Busca en tu interior a Cristo y pídele te conceda la gracia de escuchar su voz y seguirle con la misma diligencia que Pedro y Andrés. Mira la fotografía, tomada desde la orilla del mar de Galilea. Imagina a los dos pescadores a unos metros de la playa, en una barca, echando las redes. A Jesús contemplando el lago de Genesaret

Día 25. La pecadora.

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  Sígnate y toma conciencia de la presencia de Dios en los cuatro puntos cardinales y en lo más alto y lo más profundo. Él está y está esperándote para que abras las puertas del corazón. El religioso capuchino padre Ignacio Larrañaga en su libro Encuentro, manual de oración, que nos está acompañando desde ayer, invita a este ejercicio previo a la oración: Repite en tu interior la palabra “nada”, acompasada con tu respiración, sintiendo la sensación de vacío-nada, comenzando por el cerebro y siguiendo por todo el organismo hasta sentir una sensación de descanso y silencio. Pide al Padre que llene el vacío con el don del Espíritu Santo, como llenó la cueva del Santo Sepulcro. Es en el vacío donde Dios se hace presente. Desde el abismo de los infiernos la Palabra resucitó. Abre la Biblia para que ella te resucite y lee Lucas 7, 37-38. En esto una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno

Día 24. Zaqueo: Me quedo en tu casa.

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  Comienza con la señal de la cruz. Dentro de unos instantes el Maestro va a pasar por delante de tu corazón. Por tanto prepárate subiendo al árbol de la oración. Para ello relájate y repite en tu interior la palabra “paz” en voz suave, mientras expulsas el aire de tus pulmones, inspirando mientras sigues el recorrido de las moléculas de oxígeno por tus pulmones, corazón, manos, pies, cerebro. Invoca la asistencia del Espíritu Santo, el soplo de Dios, la “ruah” bíblica que invade toda la persona, cuerpo y alma. Toma tu Biblia y busca el pasaje del encuentro de Jesús con Zaqueo (Lucas 19, 1-10), antes de leerlo con el pulgar traza una cruz en el texto y sígnate en la frente, la boca y el corazón. Aquí te ofrezco un extracto, si no tienes cerca una Biblia, lee estas líneas: “Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento”. Lc 19, 5-6. Pídele a Cr

23. La Samaritana: dame de beber.

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  Cierra los ojos, sígnate lentamente, con pausa y buscando en cada trazo la presencia de Dios que habita en ti, ilumina tu mente, acrisola tus palabras, enciende tu corazón y fortalece tus manos. Pide al Padre el don del Espíritu Santo para que te conduzca a las cisternas vacías de tu alma. Toma la Biblia y ábrela por el relato de Jesús y la samaritana que encontrarás en Juan 4, 1-45. Léelo íntegro, imaginando la escena, preguntando al texto qué dice y preguntándote qué dice a tu persona. Aquí te ofrezco un fragmento: Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José, allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber”. Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con l

Día 22. Leví (Mateo).

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  Sígnate con el fin de tomar conciencia de hallarte en presencia de Dios, quien habita en todo lugar y tiempo. Pide al Padre te conceda el don del Espíritu Santo para que así tu oración recorra el camino que el Hijo ha trazado. Toma la Biblia, ábrela por el capítulo indicado y lee. “Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros”. Lucas 5, 27-29. En silencio pide a Jesús te conceda la gracia, la ayuda, para poder seguirle con prontitud, sin que tus propios pecados y miserias te encadenen a la mesa de tu comodidad. Mira el vídeo de la vocación de Leví pero en silencio, visualizando el lugar donde discurre la escena: https://www.youtube.com/watch?v=7j_GBsUqGVc Vuelve a leer el texto. “Mateo: ‘Dejándolo todo, se levantó y le siguió’. Con corazón sencillo

Día 21. Ester.

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Observa el lugar donde te encuentras, presta atención al continente (la habitación, la capilla, la montaña, el río, la playa,…) y el contenido (cuanto hay en el lugar. Escucha los sonidos de tu entorno y tu organismo. Dios lo ha creado todo y lo mantiene en la existencia. Toda la creación es espejo y eco del Creador. Sígnate y toma conciencia de la presencia de Dios. Si tienes cerca una cruz o una imagen religiosa contémplala y pide a Cristo, María o el santo que intercedan por ti para que el Padre envíe el Espíritu Santo, autor del texto que vas a leer. Toma la Biblia, con solemnidad, ábrela por el libro de Ester 4, 15-16. Tómala en tus manos, con los brazos en ángulo recto. Lee el texto pausadamente, consciente de ser Dios quien a través de estas letras está arando tu corazón. “Ester mandó que respondieran a Mardoqueo: “Reúne a todos los judíos que habitan en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis doncellas ayunaremos. Después, aun

Día 20. Raquel.

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Persígnate en la frente, boca y pecho con la oración “Por la señal…”. Sígnate con la oración “En el nombre del Padre,…”. Toma conciencia de la presencia de Dios en tu mente, labios y corazón y del tiempo que vas a dedicar, cada minuto, pensamiento, palabra, … será en el nombre del Dios cristiano. Pídele que te envíe el Espíritu Santo para que sea Él quien conduzca este tiempo de oración. La Tercera Persona de la Santísima Trinidad es el Maestro, Guía y Acompañante de toda oración cristiana. Abre la Biblia y lee estos versículos, que encontrarás en el libro del Génesis 30, 22-24. “Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la escuchó e hizo fecundo su seno. Ella concibió, dio a luz un hijo y dijo: Dios ha quitado mi afrenta”. Y lo llamó José, pues dijo: “¡Que el Señor me añada otro hijo”. Pídele la gracia de confiar en su Divina Providencia. El relato hemos de leerlo desde la mentalidad de los tiempos patriarcales, a los cuales no podemos exigirles pensasen como nosotros, mujeres y hombres

Día 19. Jeremías.

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  Haz de la señal de la cruz. Vas a orar en nombre de Dios que es Padre e Hijo y Espíritu Santo. Pide al Padre te envíe por el Hijo el Espíritu Santo, para que quien inspiró la Biblia te ilumine a fin de comprender el significado de las palabras que vas a leer. Lee el siguiente texto. Es preferible tengas cerca una Biblia, tomando conciencia de que no vas a tomar un libro cualquiera, sino el libro sagrado, tómalo en tus manos y abre la Sagrada Escritura por la página donde se encuentra esta cita: Jeremías 1, 4-10: “El Señor me dirigió la palabra: -Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones. Yo repuse: -¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que solo soy un niño. El Señor me contestó: -No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No les tengas miedo, que yo estoy contigo, para librarte – oráculo del Señor –. El Señor extendió la mano, tocó mi boca y me

Día 18. Abraham.

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Realiza la señal de la cruz en la frente, los labios y el pecho. Pide al Padre envíe el Espíritu Santo a tu entendimiento, memoria y voluntad para que durante esta oración todos tus pensamientos, deseos y actos sean modelados por Él y la Palabra de Dios. Pide a Jesús te ayude a dar un pequeño paso en el camino de tu vocación que comenzó con el bautismo, siguió con la eucaristía y confirmación y continua en la forma de vida que has escogido. Lee pausadamente el siguiente relato: “El Señor dijo a Abraham: -Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra. Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Abrán llevó consigo a Saray su mujer, a Lot su sobrino, todo lo que ha

Día 17. En el camino.

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  Toma conciencia de la presencia de Dios. Pide a Cristo que te conceda el Espíritu Santo para que sea tu maestro y guía en este tiempo de oración. Recuerda el momento en que conociste a una persona especial, o la más especial de tu vida, la que hoy es tu pareja. ¿Qué te atrajo? ¿Qué sentiste? Aquel día o aquellos días en los que tu vida adquirió una nueva luz. Ahora escucha la canción Caminante de Emaús. https://www.youtube.com/watch?v=WwBcaSJCoCs&list=PLVGnf0XTpxTUgyXAG-guYsQvSmmEXLIoz   Tu llegaste a mí, ofreciéndome calor, y te respondí, solo soy un pecador, más no te importó, me dijiste ven a mí, yo te enseñare, el camino del amor. Me miraste, y no sé que sentí, me llamaste, y tus pasos seguí peregrino di, de dónde vienes y adónde vas sonreíste y comprendí. Ahora sé muy bien, porque dices que eres luz, También comprendí, que el camino lo eres tú, desde que tú estás, solo hay felicidad, oh! señor Jesús! de tu fuente me darás. En tus huellas,

Día 16. Dios.

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  Realiza la señal de la cruz, mientras tomas conciencia de entrar en la presencia de Dios, el espacio y el tiempo de la oración, donde no hay espacio ni tiempo, porque es entrar en el corazón de quien es eterno e infinito. Piensa en cinco o diez palabras que definan a Dios. Lee este texto del capítulo tercero del libro Cridat (Juniors m.d.). “A veces, cuando pensamos en Dios, lo vemos como un ente abstracto, sin forma, lejano; como una energía que lo invade todo. Pero Dios no es así. Dios se hace presente en el día a día para guiar al hombre. El pecado es lo que hace que ese proyecto que Dios tiene para nosotros se vea frustrado. Pero él no abandona al ser humano, sino que establece una alianza con él: “Tú serás mi Pueblo y yo seré tu Dios”. ¿Cómo lo ha hecho?: A través de los hombres y mujeres que han tenido una actitud especial de apertura a la trascendencia, como fueron Abraham, Sara, Jacob, Raquel, José, Débora, Saúl, Ruth, David, Isaías, Ester, Ezequiel, Judith, Juan el Bautista,